lunes, 8 de enero de 2018

"La inmigración es un tema con el que me encontré, que me tocó vivir como generación"



¿Qué tanto se parece la obra de Eduardo Sánchez Rugeles al autor?, es la pregunta que más se cuestionan sus fanáticos

"La inmigración es un tema con el que me encontré, que me tocó vivir como generación"

El escritor de Blue Label / Etiqueta Azul habla sobre el proceso de adaptar su libro más célebre al cine y sobre su propia historia


"Es inevitable, siempre te muestras cuando escribes", aseguró Eduardo Sánchez Rugeles, "con algunos personajes conectas más que con otros, creo haber conectado mucho con Eugenia Blanc". Su incorrección política es lo que más acerca al autor a la joven protagonista de Blue Label / Etiqueta Azul, aunque asegura en su vida pública no se parece en nada a ella: "a mí nunca me vas a escuchar decir una frase de más pero cuando escribo me reconozco mucho en esa facilidad de Eugenia para cagarse en todo".

"El exilio es algo que me tocó vivir, algo con lo que me topé mientras yo mismo intentaba salir de Venezuela. Empecé a redactar Blue ya viviendo acá en Madrid, fue algo para mí". El autor expresa que fue la melancolía, la nostalgia la que lo motiva a escribir la novela, sus recuerdos como profesor de bachillerato del Colegio San Ignacio influyen en el proceso, el cariño hacia sus exalumnos. "Por allí había algunos loquitos a los que recordaba más que a otros", asegura que algunos personajes de la historia incluso se parecen a estos estudiantes de la promoción 80 de humanidades. 

En su experiencia, el mayor reto de la adaptación del libro al cine fue plasmar los pensamientos de Eugenia que acompañan y narran el libro a una pantalla de cine. Para Rugeles, María Gabriela de Faría es la actriz ideal, se ha preparado para manejar sus caras, los rostros, las miradas de forma que estos pensamientos de Eugenia Blanc "queden claros con una mirada de la actriz". Confesó, además, que lo más difícil de resolver para Alejandro Bellame y él fue la carta del padre de Eugenia, sin embargo destaca que "creo que hicimos una jugada que funciona para mantener el eje dramático" que prefirió no revelar. 

Con una taza de café en la mano, en un café de Madrid, Rugeles recuerda el momento en el que conoció a Gisela Kozak, cuando ella le comentó que siempre esperó que él fuese un hombre "atormentado con un pasado perverso y unos padres violentos y agresivos" e inmediatamente se preguntó "¿de dónde saliste tú?". Sin embargo, Rugeles tiene una vida apacible, aburrida, convencional y familiar. "Literariamente me fascina una familia disfuncional, pero es solo un gusto, no soy yo ni se parece a mi vida".

"Nos casamos un viernes y nos vinimos el domingo", confiesa Rugeles sobre su vida de pareja. "Fue un cambio de vida total, pero nos planteamos un a ver qué tal". Luego de 5 años de noviazgo y romanticismo, un día al salir de dar clases en la Universidad Monteávila le mandó un correo diciendo "mira estoy obstinado de esta mierda, vamos a casarnos y vámonos" y así empezó su vida en pareja con Beatriz.

Ya terminada la taza de café, con una sonrisa recuerda su juventud. "Yo era muy Eugenia, un tipo mal hablado, sin vocabulario, era pésimo estudiante y odiaba el colegio". Cuando se graduó de Bachiller y anunció en su casa que iba a estudiar filosofía en la UCV fue un alivio para sus padres, "nada más que fuese a ir a la universidad ya era un logro". Sus padres siempre lo apoyaron, "mi familia es muy unida". 

Desde que se fueron de Venezuela hace 10 años, lo más difícil para él y su esposa ha sido la soledad. Ese es el gran reto que sienten con su hijo, Rodrigo, "si el chamo se enferma y yo me enfermo... no hay quien te ayude". Para él, su caso no es aislado, lo enfrentan muchos venezolanos alrededor del mundo. 

Eduardo se ve a sí mismo como una persona solitaria, poco amiguera, que aprecia el silencio. Sobre estos días navideños y la visita de familiares en su casa expresó estar "agotado, mi familia política está en la casa y hacen mucho ruido". Normalmente, acostumbra estar en la soledad de su casa de 9 a 4 de la tarde, cuando busca a su hijo en la guardería. 

"No estoy acostumbrado a decir te quiero, creo que nunca se lo he dicho a mis padres, pero los ves y sabes que el sentimiento está ahí". Para el escritor, el amor tiene que estar presente tanto en su vida como en el arte y la literatura, pero no es necesario nombrarlo ni decirlo, mucho menos saber qué es - no sabe qué es. Su esposa, Beatriz, le recrimina que sea seco y poco querendón. "Tampoco le digo te quiero a mi hijo, pero él lo sabe, somos cómplices, buenos amigos y Rodrigo disfruta verme sufrir socialmente cuando vamos al parque".